Después de varios meses sin encontrarnos, volvimos a reunirnos con los niños y las niñas para celebrar el Día de los Disfraces el pasado 30 de octubre.
Días previos al 30 de octubre, el Teatro El Parque, la Biblioteca El Parque y el Laboratorio Parque, uno de nuestros laboratorios, se prepararon para recibir a los niños y las niñas en el Parque Nacional. La emoción era máxima, ya habían pasado varios meses desde el último encuentro y la pandemia aún estaba vigente. Todos seguían en casa. Con la luz verde sobre los protocolos de bioseguridad para la apertura de algunos escenarios, y la llegada del mes de Halloween, nuestros artistas comunitarios y el equipo de gestión territorial empezó a organizarse para recibir a los niños y niñas en esa fecha mágica. Las familias disfrutarían de un circuito lleno de sonidos, historias, música, teatro e imaginación.
La convocatoria se hizo cuidadosamente para evitar aglomeraciones. Con algunas familias confirmadas, todo el equipo se preparó para ese día.
La mañana estaba nublada, como fueron casi todas las de octubre, sin embargo, el montaje inició con la fuerza del corazón que tenía todo el equipo que esperaba a los niños y niñas con los brazos abiertos. El circuito estaba dividido en cinco estaciones: una experiencia artística con los hermanos Librillo y la librera Leonor en la Biblioteca El Parque, un momento de lectura en voz alta con los mediadores de BibloRed y las historias de Libro al Viento, una exploración sonora con Primera Escucha, la obra ganadora de nuestra Beca de creación de repertorios sonoros para la primera infancia; un concierto con los músicos de la Estrategia de circulación del Programa y, finalmente, una parada fantástica a cargo del Circo de las maravillas en el Teatro El Parque, una de las obras ganadoras de nuestra Beca de circulación de obras escénicas y conciertos para la primera infancia 2020.
En cada estación, los artistas y los técnicos preparaban el escenario. Los músicos probaban sus instrumentos, la cantante hacía sus ejercicios de modulación y los actores se ponían sus trajes, se maquillaban y hacían gestos frente a los espejos que tiene el camerino del Teatro El Parque. Se escuchaban voces, “¿listos? ¿Qué falta?”, “¡salgamos!”.
Eran casi las 9:30 a.m. cuando llegó Mateo, el primer niño en visitar el circuito. Antes de iniciar con el recorrido, todos debían registrarse en la mesa de recepción que se dispuso en el costado occidental del parque, allí debían tomarse la temperatura y recibir gel antibacterial. Mateo miró a sus padres, frotó sus manos y empezó a caminar entre la cinta de banderas coloridas que marcaban el camino hacia cada estación. En la primera parada se encontró con dos gatos juguetones que lo invitaban a seguir, eran dos artistas comunitarios, aquellos que se maquillaron e hicieron gestos frente al espejo unos minutos antes.
Mateo y los gatos jugaron por unos minutos mientras llegaban otros niños para iniciar el recorrido, pasados 15 minutos, aproximadamente, empezaron a verse más niños en el lugar. Con la guía de los gatos juguetones, las familias iniciaron su recorrido con los hermanos Librillo, luego bajaron a disfrutar de los sonidos de Primera Escucha, después, entraron al Teatro El Parque y la función inició.
¿Están felices de estar aquí?, preguntó el actor principal del Circo.
¡Sííí!, respondieron los niños al unísono.
De ahí en adelante se escuchaban susurros de los niños hacia sus padres y a veces gritos cuando pasaba algo emocionante en escena. Las maravillas del Circo hicieron de las suyas.
Al salir, empezaron a escuchar unos parlantes, un micrófono encendido y alguien que les preguntaba si querían bailar y jugar. Natulunática, una historia radial que fue creada durante la cuarentena por los artistas de nuestra Estrategia de circulación, se convirtió en concierto. Los niños se acercaban a los músicos, que tenían máscaras gigantes, y a Som Som, el títere protagonista de esta historia. La música inició y los niños soltaron la mano de sus padres mientras movían sus cuerpos al son de “¡saltando, saltando!”, la frase que prendió la fiesta.
Ese día, el mismo recorrido se hizo en la tarde. Después de que las actividades terminaron, se veía en la cara de los artistas la alegría del encuentro y el cansancio normal de una larga jornada, en los niños, los ojos brillaban y se despedían con alegría. El volver a una biblioteca, al teatro, al aire libre, a un concierto, a los escenarios, fue alentador para todos. Fue mágico.
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